miércoles, 6 de abril de 2011

UN ACTOR SE LE PARA

Instructivo para actores y espectadores para el PARO HISTÓRICO de mañana jueves 7 de abril

LUGAR: MONTECARMELO

FECHA DE REALZACIÓN: JUEVES 7 DE ABRIL

8:30 NOS JUNTAMOS EN EL SHERATON SAN CRISTOBAL TODOS LOS ACTRICES Y ACTORES QUE NO PERTENEZCAN A LOS ELENCOS DE LOS CANALES (TVN.CHILEVISION Y CANAL 13). TAMBIEN TODOS LOS ARTISTAS NACIONALES Y PÚBLICO QUE QUIERA ACOMPAÑARNOS.

NUESTRO ITINERARIO SERÁ EL ACTO CULTURAL:”EL ABRAZO DE LOS ACTORES”

SIGUIENTE:

A.- CON LIENZO EXTENDIDO Y PANCARTAS PITOS Y FLAUTAS, MARCHAMOS HACIA LOS CANALES TVN, CHILEVISION Y CANAL 13 DONDE NOS ESPERARÁN LOS RESPECTIVOS ELENCOS QUE SE UNIRAN A NUESTRA COLUMNA. SERAN RECIBIDOS CON APLAUSOS. SEGUIREMOS HASTA CHILEVISION Y LUEGO A CANAL 13 DONDE HAREMOS LO MISMO. TODOS JUNTOS MARCHAMOS HASTA MONTECARMELO DONDE TENDREMOS ESCENARIO INSTALADO Y DONDE SE REALIZARÁ NUESTRO ACTO CENTRAL. EL ELENCO DE LA COLONIA, MEGAVISION SE UNIRA A TODOS EN MONTECARMELO.

IIMPORTANTE: QUE TODOS LOS ELENCOS SE REUNAN EN LA ENTRADA DE LOS RESPECTIVOS CANALES Y ESPEREN A QUE LA COLUMNA LOS PASE A BUSCAR. NADIE SE VA A LOS LUGARES DE GRABACION FUERA DE LOS CANALES.

B.- DESDE CANAL TRECE, MARCHAMOS TODOS A MONTECARMELO.

9:00. EL GRUPO 7X3=21 DE DANIEL MUÑOZ COMIENZA A TOCAR Y LEVANTANTAR EL ÁNIMO QUE YA ESTÁ ARRIBA.

El evento terminará cerca de la hora de almuerzo en Montecarmelo.
Acompáñennos!!!!




TODOS LOS ELENCOS QUE ESTÉN GRABANDO PARA LOS DIFERENTES CANALES DE TV, DEBERAN JUNTARSE EN LAS PUERTAS DE SUS RESPECTIVOS CANALES(NO EN LOS LUGARES DE GRABACIONES) A LAS 08.30 HORAS DEL JUEVES 7 DE ABRIL

"TEMPANO" " LABERINTO DE ALICIA" Y "ESPERANZA" EN BELLAVISTA 0990 FRONTIS DE TVN.

"INFILTRADAS" " LA QUINTRALA" "TEATRO EN CHILEVISION" "EL CLUB DE LA COMEDIA" FRONTIS CHILEVISION(Inés Matte Urrejola)

"PELELES" "SOLTERA OTRA VEZ" FRONTIS CANAL 13(Ines Matte Urrejola)

"LA COLONIA" JUNTO A TODOS LOS DEMAS ACTORES Y ARTISTAS QUE NOS ACOMPAÑARÁN, EL PUNTO DE ENCUENTRO ES DETRAS DEL HOTEL SHERATON FRENTE A LA ENTRADA DE LOS ESTACIONAMIENTOS DEL MISMO HOTEL A LAS 08.30 HORAS DEL JUEVES 7.

DESDE ALLI PARTIREMOS FESTIVAMENTE HASTA NUESTRO ACTO ARTISTICO CULTURAL EN EL CENTRO MONTECARMELO.


FELICES DE COMPARTIR CON TODOS LOS QUE QUIERAN ESTAR PRESENTE EN ESTE MOVIMIENTO HISTÓRICO.

UN GRAN ABRAZO.

CONSEJO CHILEACTORES

lunes, 19 de marzo de 2007

miel

miel es una gata.
una cosita dulce.
con una cola coposa.
les presento a miel.

domingo, 18 de marzo de 2007

Otra tarde en el hospital.

Otra tarde en el hospital. Miguel reconocía los pasos de las enfermeras entre el caminar de los otros visitantes. Tanto tiempo llevaba visitando el oscuro laberinto de concreto por donde se perdían los doctores y enfermos. ¿Años? Trató de recordar. ¿Fue con el accidente que comenzaron las visitas? Qué importa, nada, lo único cierto es que era otra tarde en el hospital. Interrumpió sus cavilaciones la voz de una mujer.
-¿Señor Miguel Marnas? –Miguel miró los firmes senos de la enfermera.
-Sí, soy yo, ¿qué ocurre?
-Sígame por favor.
La enfermera enfiló hacia los ascensores sin esperar respuesta de Miguel. Él se concentró en los pasos de la mujer. Nunca los había escuchado. No los conocía.

Las manos de la enfermera se cruzaban a la altura de las caderas. Miraba inexpresiva los números en la pantalla digital. 5, 6, 7...
-¿Dónde exactamente vamos? –preguntó Miguel.
-No se preocupe, señor Marnas, está todo bien –dijo la enfermera sin girarse.
Miguel pensó que la enfermera se abstenía de darle malas noticias, que fingía no prestarle atención, cuando ella en verdad estaba quemándose viva por tener que guardar en silencio las dos palabras que sólo el doctor tenía el privilegio de decir: ella ha muerto.

El blanco suelo del piso 13 reflejaba los neones del techo; daba la impresión de ver a la luz reventarse al caer desde el techo. La enfermera tenía un paso rápido, incómodo, rígido, y seguía la línea de los reflejos. El caminar de ella puso en alerta a Miguel, que no confiaba en el andar militar; significaba que se estaba escondiendo algo, que se estaba listo para atacar o escapar, la enfermera tenía un secreto y lo defendería hasta el fin. ¿Pero qué escondía? Miguel se detuvo.
-Hasta aquí llego –dijo con enfado.

La enfermera giró sobre los tacos de sus zapatos rojos. No dijo nada, pero su mirada era otra. Cálida. Comprensiva.

Sí. Ella había muerto.



No pregunten.

Sonría. Mañana puede ser peor.

Gabriel contesta molesto el teléfono. Es un milagro, piensa, que aún podamos recibir llamadas. Dos días lleva la línea cortada. Pero el teléfono sigue sonando. La compañía sabe cómo meterte por el oído tu irresponsabilidad con los plazos o, más doloroso aún, cómo despertar de nuevo la angustia de la falta de empleo con un simple y monótono timbre. ¿Aló? Buenas tardes, llamamos de los Seguros da-igual-el-nombre para ofrecerle nuestro amplio plan de cobertura para aquellos esforzados trabajadores que han sufrido la pérdida de su fuente de ingreso, no, no le interesa, bueno, si cambia de opinión llámenos al número que-no-tengo-ánimos-de-anotar. Un seguro de desempleo. Si no hay trabajo, no hay dinero. Sin dinero, no se puede vivir. Y menos adquirir un seguro contra un evento que ocurrió ya hace dos semanas. Este mundo es un mundo de constantes contradicciones. Por qué le amarraban a la espalda el peso de su supuesta falta de “eficacia y determinación” en el trabajo como un intencionado karma que repetía una y otra vez en su mente las palabras INÚTIL, FRACASADO, DISPENSABLE, etc. Veinte años dedicado a una institución financiera y les fue muy simple expulsarlo de su oficina; ese microuniverso que contenía todo lo que él comprendía del engranaje comercial y donde aplicaba la sabiduría obtenida de una de las universidades con mayor prestigio del país. ¿De qué servían los votos de distinción en su título? Sonreía cuando su hijo menor alababa su inteligencia por haber alcanzado semejante honor. Ahora sentía vergüenza. No eres nada sin un título, no eres nada sin trabajo, no eres un hombre, un ser humano, eres un desempleado, un individuo al margen, un estorbo en la producción, una hormiga que ha perdido sus dos antenas y no puede seguir cargando los elementos que mantienen la colonia. Eres un insecto a disposición de la gran suela de la bendita división del trabajo, madre del progreso, cuna de las ciencias, padre severo con los Gabrieles del planeta que por alguna razón han dejado de funcionar correctamente y vagan entre las esferas laborales buscando una fisura para reintegrarse a la ruleta rusa que les da de comer, beber y que los entretiene, protege, educa, inspira, pero aquí estoy, solo, esperando que llegue mi mujer con los niños para decirle que llevo catorce días sin leer y releer documentos y que en este tiempo me he dado el espacio para interpretar la sociedad: hombres todos, hemos creado un hermoso paraíso de concreto y burocracia; sin embargo, lo que en algún momento fue el nacimiento de un hermoso bebé que procuraría cuidar de nosotros se ha convertido en un horrenda bestia incontrolable, que nos ha sometido a sus deseos y ha frustrado el deseo de crear el paraíso en la tierra. Dime, Gabriel, se pregunta a sí mismo, por qué siento que estoy flotando en el espacio, viendo girar al mundo, un mundo hermoso, plétoro de maravillas (y fantasías), y es todo tan distante: el rostro de la humanidad tiene los ojos cerrados y permite la automática pérdida de libertad dentro del orden establecido. Dime, Gabriel, ¿somos el mundo o el mundo tiene una oculta estrategia para dejar de depender de nuestros servicios en determinado momento de la historia? Sólo has perdido el trabajo. Da gracias a Dios que todavía respiras y que no debes desplazarte en silla de ruedas. El asunto es que los inválidos tienen más oportunidades que tú ahora.

AMAM&APAP.

Como todos los martes.

El martes, como todos los martes, a eso de las tres de la tarde, Jericó visitaba al deforme. La gente le llamaba así. Deforme. Pero lo que no sabían era que el hombre deforme sólo tenía la mitad del rostro desfigurada. El lado izquierdo era una visión horrenda. Y este hombre de rostro deforme escondía la dañada piel con pintura; se pintaba como un arlequín y la mitad informe de su labio era una grotesca sonrisa. No era ningún placer verle, pero para Jericó ya era un reto escuchar las confesiones de un hombre ensombrecido por su propia monstruosidad.

- Llega tarde, Padre.

Desde un rincón, oculto entre las sombras de un amplio entretecho, una grave voz llamaba a Jericó.

- Lo siento, hijo. Hoy la misa congregó a muchas señoras impacientes por recibir respuestas del Señor.

Jericó se sentó en la única silla que había en la habitación. La tenue luz que entraba por la ventanilla iluminaba un raído colchón en una de las esquinas. No había nada más dentro de aquel espacio. Sólo Jericó y el deforme.

- ¿Y Dios les dio respuestas a las ancianas aterradas por la proximidad de la muerte?

- A su tiempo Dios se las dará.

- Cuando estén muertas.

Jericó dejó caer la grave Biblia que llevaba en las manos. Se tomó la cabeza con ambas manos.

- Gabriel, deja ese sarcasmo. ¿Crees que el mundo te odia por... por?

Jericó vacilaba.

- ¿Por mi deformidad, Jericó?

El deforme acercó su rostro a la pálida luz.

- ¡Mírame! Con odiarme a mi mismo basta. Aunque pronto todo eso cambiará.

Jericó levantó la Biblia del piso y le sacudió el polvo.

- Espero que eso sea verdad, Gabriel. Hace mucho tiempo te vengo diciendo que deberías salir, aprender a vivir contigo mismo. El Señor no te ha dado la vida para que la desperdicies.

- No, sólo para deformarme.

- Eso fue un accidente y tú comprendes que dentro del libre albedrío que Dios nos otorga el azar también tiene un espacio...

Con un grito de repudio el deforme se arrastró para resguardarse en el rincón a media luz.

- Es un maldito ególatra que creó un juego y olvidó las reglas; Dios no me sirve y nunca lo hará.

- No digas eso. Dios únicamente puede salvar tu alma... ¿Por qué me has hecho venir todos los martes, a esta hora, desde hace dos meses si no quieres rendirte a la misericordia y el amor de Dios?

- Para que escuche mis confesiones.

- ¡Pero si sólo has confesado pecados de tu infancia y me has hecho escuchar tus agresiones hacia todo lo luminoso que existe en el mundo!

El deforme se rió de las palabras del Padre.

- Lo luminoso. Es usted un mal poeta, Padre. Pero no se preocupe. Hoy mi confesión no será como las de antes. Escuche con atención, Padre:

Hace exactamente dos años celebrábamos el cumpleaños de mi hermano menor en su nuevo departamento. Era un edificio recién construido así que eran pocos los departamentos ocupados. Teníamos la música muy alto, por lo que no escuchamos la primera explosión.

- ¿Explosión?

Interrumpió Jericó.

- Cañerías dañadas de gas. De repente, la cocina explotó también. El fuego se expandía rápidamente. Al principio nos quedamos mirando, maravillados de los largos brazos del fuego; después todos estallaron en pánico y corrieron hacia la puerta principal. Los pasillos estaban en llamas y era difícil alcanzar las escaleras. En todo ese caos, sonó el telefono.

- Los bomberos, seguro.

- ¿Para qué van a llamar los bomberos por teléfono, Padre?

Jericó quedó pensativo.

- Llamaba la novia de mi hermano desde su teléfono celular. Desesperada, le decía a David que se encontraba en el ascensor, detenida, encerrada, asustada....

- ¿David es su hermano, verdad?

El deforme movía negativamente la cabeza.

- ¿Es que no presta atención, Padre, a mi última confesión?

- ¿Y a que se debe que sea la última?

- Porque con ésta podré tener al fin la conciencia tranquila. ¿En qué iba? Estaba Consuelo, la novia de mi hermano David (le queda claro, Padre) encerrada en el ascensor entre el piso de mi hermano y el piso inferior. Tenemos que sacarla, chillaba David. Buscamos algo que nos ayudara a abrir las puertas del ascensor. Él tomó una llave inglesa y yo un trozo de metal que encontré entre los restos de la cocina. Sofocados por las llamas logramos luego de un esfuerzo sobrehumano abrir las puertas. El ascensor estaba precisamente a unos tres metros más abajo. Ve tú, me dijo David, y yo los recibo a ambos. Salté sin querer discutir en medio de un incendio. Después de todo era su novia. Abrí la escotilla de escape y Consuelo, histérica, saltaba sin dejar de mover sus brazos. Sácame de aquí, sácame de aquí. Gritaba sin control. Entre sus chillidos y los gemidos de mi hermano, pensé en verlos morir, consumidos por las llamas. Yo pensaba al igual que ellos en salvar mi vida, pero no estaba alterado. Saqué a Consuelo con brusquedad y, podríamos decir, se la arrojé con fuerza a David. Él la tomo con torpeza y demoró un poco en subirla. El humo ya no me dejaba ver bien. Los veía en la orilla de las puertas. Al instante dejé de verlos. Esperé unos segundos. Grité el nombre de mi hermano varias veces. Silencio. Creí que habían muerto incinerados. Y sentí culpa. Qué estúpido de mi parte. ¿No lo cree así, Padre?

Jericó despejó su mente de las escenas relatadas por el deforme.

- El amor fraternal nunca desaparece, hijo, porque se lleva en la sangre.

- Cierto. Yo no odio a mi hermano por dejarme ahí. Pero ya no siento ningún cariño por él. Y salvé a quien ahora es su señora esposa. Mi rostro por la felicidad de mi hermano. Pero él debería tener sólo la mitad de esa felicidad, tal como mi rostro. En recompensa deberían devolverme mi mitad ¿No cree, Padre?

- Eso no es posible.

- Dios no puede.

- Nadie puede, Gabriel. Deberías dejar crecer tu parte sana...

- ¡No! No, Padre. Estos dos años he estado muerto. ¿Pero que son dos años si puedo retomar la vida e incluso la eternidad?

Las sudorosas manos de Jericó se abrían y cerraban.

- No entiendo, hijo.

- Cuando estaba sobre el ascensor, rodeado de humo y quemándome vivo por el calor intenso, apareció un anciano, sin ojos, calvo, de facciones delgadas y manos con largos, huesudos dedos.

- ¿Imaginaste algo mientras estabas encerrado?

- No. El era real. Su presencia traía el silencio; un gélido silencio. Y yo veía las llamas y sabía que hacía calor. Pero dentro de ese silencio hacía frío. En una de sus manos sostenía un libro. Léelo, me dijo, está en una lengua que no comprendes, pero que ya comprenderás. Y se disipó junto con el humo. Me ví con un libro atrapado en un ascensor, ahora más sorprendido que asustado. Fue entonces que el ascensor comenzó a subir y en el momento que pasaba frente a las puertas del piso de mi hermano, éstas se abrieron y recuerdo apoyar el libro sobre la parte derecha de mi rostro y escuchar el rugido de las llamas. Un mes después desperté en un hospital público, vendado por completo, con el libro encima de mis rodillas. Y comencé a leerlo, sin comprender nada al principio.

- ¿Y tienes ese libro contigo ahora, hijo?

Como una sombra, el deforme se delizó hacia el colchón. Metió la mano debajo y extrajo el libro. Un libro de cuero rojo. El deforme se lo entregó a Jericó. Éste lo hojeó con notoria fascinación. No podía distinguir las letras o símbolos en las páginas.

- ¿Entiendes lo que dice, Gabriel? Es una escritura bastante extraña. ¿Y esto te lo dio aquel... aquel ser?

- Si.

- ¿Y qué dice?

- Es secreto. Pero ya que usted a sido tan fiel hacia mí, le contaré. El libro es un enigma. Un enigma que hoy he resuelto. “En la guerra de los Cielos los Demonios caídos buscaban el cuerpo de un Ángel para retornar al Paraíso. Y sólo uno lo logró. Su nombre fue Lucifer. Pero Dios lo descubrió y enterró a Lucifer y a sus Demonios en lo profundo de la tierra, donde no hay más luz que la del Fuego...” Es uno de los párrafos, mal traducido, pero eso cuenta.

- No llego a comprender. ¿El libro es un relato bíblico “no oficial”?

- Es un hechizo, Padre. Acérquese para que entienda de una vez y no siga sufriendo por la incertidumbre.

El Padre se acercó al deforme. La mitad pintada le provocó temor por primera vez. Sin darse cuenta, el deforme puso su mano izquierda en la cara de Jericó, y la mantuvo con fuerza. El Padre intentaba soltarse desesperadamente.

- ¡Gabriel, suéltame! ¡Qué haces, hijo! ¡Suéltame!

- Se me olvidaba algo Padre. El hechizo funciona para los humanos. Sólo se requiere de un hombre devoto a Dios. Y en dos meses usted a demostrado serlo.

- ¿Qué dices? ¡Qué vas a hacer!

- Quedárme con su rostro, Padre, y usted con el mío.¿Podrá mirar a Dios con mis ojos?

El Padre abrió ampliamente los ojos que miraban a través de los dedos del deforme. Luego los cerró y la mano se retiró violentamente de su rostro. Jericó sonreía. Gabriel se tocaba el cuerpo y gritaba angustiado. Cayó al suelo llorando.

- No llore, Padre. En dos años usted podrá hacer lo mismo que yo, si consigue comprender el libro.

Jericó se levantó y caminó hacia la puerta.

- Qué me has hecho, Gabriel, por qué lo has hecho.

- Para vengar el rostro que llevas, Jericó.

El Padre salió de la habitación. Cuando bajó los dos pisos y estaba abriendo la puerta principal, aún podía oír los lamentos del deforme.

Considerando en frío, imparcialmente...

Considerando en frío, imparcialmente,

que el hombre es triste, tose y, sin embargo,

se complace en su pecho colorado;

que lo único que hace es componerse de días;

que es lóbrego mamífero y se peina...

Considerando

que el hombre procede suavemente del trabajo

y repercute jefe, suena subordinado;

que el diagrama del tiempo

es constante diorama en sus medallas

y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,

desde lejanos tiempos,

su fórmula famélica de masa...

Comprendiendo sin esfuerzo

que el hombre se queda, a veces, pensando,

como queriendo llorar,

y, sujeto a tenderse como objeto,

se hace buen carpintero, suda, mata

y luego canta, almuerza, se abotona...

Examinando, en fin,

sus encontradas piezas, su retrete

su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...

Considerando también

que el hombre es en verdad un animal

y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...

Comprendiendo

que él sabe que le quiero,

que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

Considerando sus documentos generales

y mirando con lentes aquel certificado

que prueba que nació muy pequeñito...

le hago una seña,

viene,

y le doy un abrazo, emocionado.

¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...

César Vallejos

Paciente.

Pensamiento nocturno: Cine, Teoría del perro y el para qué del arte.

Consideremos por un momento que la teoría que dice “el planeta es un organismo conciente” es aceptada como verdadera, razonable: o sea, real.

La sobrevivencia -la lucha entre lo que está vivo y la constante amenaza de la muerte- provoca en todo organismo una adaptación al ambiente y, por supuesto, entre los organismos que conviven en el.

Una relación de mutuos beneficios que ejemplifica esta natural estructuración es aquella entre el ser humano y el perro.

Imaginemos al hombre primario y primitivo rodeando una fogata en los inicios de su “control” respecto del fuego. Es de noche y un animal cazado en la madrugada es asado por el jefe de la tribu. El circulo de luz de la fogata es el límite con la penumbra. Entre las sombras, las figuras de voraces depredadores acechan. Entre ellos se encuentra el lobo salvaje. Por azar –sin determinación alguna, puesto que el hombre vive el presente, sobrevive, y no tiene noción del tiempo histórico, es decir, no guarda el concepto del “ser”- un integrante del grupo arroja un trozo de carne. El lobo al principio desconfía. Pero luego come. Entiende que existe una recompensa por cuidar del hombre. Surge entonces un contrato que mejora las posibilidades de sobrevivencia de ambas especies. Es una relación entre conciencias de distintos niveles de capacidad racional: uno evolucionará hasta la abstracción de su propia esencia mediante el pensamiento y el otro se adaptará a esta evolución dejándose domesticar hasta llegar al grado en que pueda mantener una estable vinculación con las “nuevas” habilidades mentales del primero. Tenemos al hombre y “su mejor amigo”, el perro.

La Naturaleza, considerada una entidad conciente de sí misma, un mundo que se sabe mundo, se encadena al hombre a través de la razón: el ser humano conoce, estudia y comprende a la Naturaleza, la cual permite convertir al hombre en un animal capacitado para adaptarse a cualquier ambiente. La sobrevivencia del hombre se da gracias a la Naturaleza. La Naturaleza se entrelaza con el hombre. En el hombre entonces radica el Todo.

El arte, expresión sublime del constante devenir del hombre, de aquel constituirse de la nada a cada instante, podría considerarse el diálogo de la vida con la Vida misma. La Naturaleza se aprecia desde los ojos del artista, que es ser humano, que es el Todo, y en consecuencia, todos los hombres. Pero a su vez la razón del hombre es un prisma: aquello que lo ilumina se descompone en distintas energías de una misma materia. Y emerge el juego del arte, el de reconstruir y combinar los elementos que constituyen la Unidad. La creación –el acto de crear en el arte- proviene de la intuición que mantenemos acerca de la interdependencia entre la Naturaleza y lo humano. Aunque no siempre es equilibrada o respetuosa. Bien sabemos que el hombre destruye, pero la Vida sabe que debe sobrevivir y, por tanto, nunca se aniquila a sí misma. Porque la Vida es el Todo así como el hombre.

El arte, la capacidad de proyectar lo que somos en la Naturaleza, es el vínculo que nos mantiene despiertos en la búsqueda de satisfacer el anhelo de descubrir el enlace raíz entre nuestra existencia y la presencia inquietante del mundo. Es la sobrevivencia de nuestra memoria y del presente: es la esperanza de un futuro.

COMO ACABAR CON EL CINE CHILENO: sangre nueva para la abuela de caperucita.

La última película que M fue a ver al cine era una producción nacional, con elenco nacional, guión nacional y director nacional. M al salir del cine se encontró con un amigo, G, quien le preguntó cómo había encontrado la película. M le dio una trompada y dejó a G tirado en el piso con la nariz sangrando. ¿Acaso M estaba loco?

El sociólogo y psiquiatra Dr. Mechiflo explica:

“El aire que se vicia en un espacio cerrado provoca en el cerebro del afectado la inevitable extinción de las capacidades cerebrales que sintomáticamente se expresan en sopor del cuerpo, confusión mental, vista neblinosa, pérdida de la capacidad auditiva y otros más específicos. Incluso, el cerebro del afectado puede sufrir una parálisis y dejar de funcionar, a saber, morir por falta de oxígeno.

El caso arriba descrito del paciente M (y su comportamiento hacia el desafortunado G) no es la expresión acabada de la asfixia cerebral, aunque la violencia y el consiguiente ataque repentino deja en evidencia las facultades mentales trastornadas de M” (el cine y sus enfermedades, vol. XXXIX, cap. VIII, pág. 345, 1987).

El análisis biológico del reputado Dr. Mechiflo da pie a una reflexión más cercana de lo que habríamos de interpretar respecto de las reacciones del espectador chileno acerca del cine realizado en su patria, en base a dineros que surgen del “oro al final del arcoiris”, o sea, los impuestos de todo ciudadano honrado.

El aporte capital del Estado para con las expresiones artísticas es vital, en cuanto que si no existiera, tampoco existirían los artistas muertos de hambre que en vez de pintar con óleo, pintan con los rouge extraídos de los bolsos de sus madres en pro de la pintura. Y, en ocasiones, el rouge no suele tener la tonalidad requerida, lo que sume al famélico artista en una “depresión creativa”.

El cine en Chile (fenómeno estudiado por Mechiflo) es un hermoso cuento de hadas, donde los nuevos invitados a participar (estudiantes en su mayoría) adoptan el rol de caperucitas rojas y los viejos cracks del ambiente cinematográfico se visten con pijamitas rosa y capuchitas verdi-azules para atraer el patético asombro de las víctimas.

-Abuelita, qué gran presupuesto tienes.

-Es para alimentarte mejor.

-Abuelita, que cantidad de equipos tienes.

-Es para iluminarte mejor.

-Abuelita, que guión tan grueso tienes.

-Es para aburrirte mejor.

-Abuelita, qué gran silla de director tienes.

-Es para controlarte mejor.

-Abuelita, qué colmillos tan grandes tienes.

-Es para comerte y que dejes de joder con tanta tontera de pregunta.

Y caperucita es masticada hasta ser convertida en un anónimo asistente del asistente del asistente del asistente de producción. Porque, si bien recuerdo, en el cuento original no existe el leñador que le raja la guata a la Abuela. Ese leñador, para las nuevas generaciones audiovisuales es comparable al Mesías judaico. Ya vendrá, ya vendrá...

Bien, aterrizando el avión de las irregularidades, dos puntos son claros:

1) este punto nunca quedó claro.

2) el primer punto debe ser definido pronto.

Tal vez, y lo digo calmadamente, con el corazón en sus palpitaciones justas, deberían ser llevados los directores nacionales aún activos desde el setenta en adelante, a “Quién quiere ser millonario” y someterlos a preguntas básicas de dirección, guión, fotografía, filmografía internacional y tendencias actuales. Por supuesto, deberían participar también los jurados encargados (y acreditados por el Gobierno de Chile) de “donar” los fondos para los respectivos proyectos.

Por último, se debería contratar a un vendedor de calugas itinerante de la locomoción colectiva que nos enseñe, en un par de seminarios, la necesidad de un correcto marketing para que el producto llegue al consumidor sin quejas. Sólo sonrisas.

SEIS DÍAS +1.

lunes

Llegó a las 6:47 a.m. un día de verano. Nadie lo esperaba en la estación. Quién lo iba a esperar. No conocía a los parientes cercanos que tenía en la capital. Tampoco amigos. Martín Gómez era un extraño en la Gran Ciudad, un sureño de clase media, un joven estudiante de 24 años que aún vivía con su madre.

Buscó en su bolsillo la tarjetita que le entregara doña Eulalia antes de partir desde Punta Arenas.

-Es una pensión digna y limpia, Martín. Te van a cuidar bien.

-Gracias, doña Eula.

A la salida de la estación de buses los taxistas se abalanzaron sobre nuestro héroe como urracas al maíz. Se decidió por un viejito de bigote bien cuidado que limpiaba silbando su taxi con un sucio trapo.

-Qué raro... hace frío hoy día, ¿no cree, joven?

-El frío no me molesta.

-¿De adónde viene?

-Punta Arenas.

-Ah, linda ciudad, harto frío, ¿no?, un cuñado mío se fue para allá a trabajar en un campo. Volvió al mes con lo que tenía puesto. ¿Usted viene a buscar trabajo?

-No, vengo a un funeral.

Pagó al taxista la sospechosa suma de 3500 pesos por un viaje que duró menos de diez minutos. El viejito se despidió alegre. Martín miró con curiosidad la calle céntrica en la que se encontraba. Frente a él estaba la pensión, “doña Juana”. Salieron dos borrachos abrazados a dos mujeres reconociblemente prostitutas. Una pensión digna y limpia. Este funeral, pensó Martín, va a ser toda una aventura.

Doña Juana era enana. Usaba unos zapatos de tacón alto que la inclinaban como la torre de Pisa.

-Esta pensión, te habrá dicho la Eulalia, es refinada y no cualquier antro, jovencito, así que nada de fiestecitas o cosas raras, yo sé cómo se portan ustedes hoy en día, ¿consumes drogas?

-No.

-Lástima. Tengo un pensionado que vende una buena marihuana. Bueno, como te decía...

A las nueve Martín tomó una micro que lo dejó en Macul con Irarrázaval. Según las indicaciones de doña Juana, debía caminar hacia la Cordillera hasta toparse con la Plaza Ñuñoa. Tranquilamente, comenzó la caminata.

En la plaza, por esas cosas del destino, Martín se topó con dos delincuentes. Le dieron un fuerte golpe en la nuca y le robaron su reloj digital Casio y cinco lucas. El resto de la plata la había dejado en la pensión. Su madre, Anita Ríos, le había repetido hasta el cansancio que “Santiago es malo como tu padre”.

Aturdido, Martín quedó tirado en el piso unos minutos. En ese corto lapso de tiempo tuvo serias alucinaciones. La imagen de los locales se encendía y apagaba; los colores vibraban; escuchaba las voces lejanas de sus conocidos.

Un mendigo lo ayudó a levantarse. Lo condujo hasta un teléfono público y dejó que Martín se afirmara en él. Luego, lo dejó solo. Nuestro héroe seguía medio tonto por el golpe.

El teléfono sonó tres veces. Martín sin saber bien qué hacía, contestó.

-¿Aló?

-¿Martín?

-Eh... ¿Sí? ¿Con quién hablo?

-Soy tu padre, Martín.

-¿Mi padre? Mi padre está muerto. Mañana es su funeral.

-¿He dicho acaso que no estoy muerto? Escucha...

-No haga bromas de mal gusto.

-Puta el cabro porfiado. Te digo que soy tu padre. Pregúntame algo.

-Mhmmm... ¿cuándo es el cumpleaños de mi madre?

-12 de enero, nacida en Iquique el año 1950, y tu cumpleaños es el 24 de enero, nacido en Punta Arenas, criado y crecido allá. ¿Bien?

-¿De dónde me llamas, papá?

-No sé bien dónde estoy. Lo que sí sé es que tienen teléfono. Es como en la cárcel, pero distinto.

-Ah.

-Ahora escucha, hijo mío. Sé que no te pude dar todo lo que tendría que haber dado. Pero todavía te puedo ayudar.

-¿Cómo es eso? ¡Estás muerto, papá!

-Ese es el punto. Antes de quedar bien muerto, te voy a dejar un gran regalo. Seis números que cambiarán tu vida.

-¿Números? Papá, ¿te pegan en el cielo?

-¡No seas ridículo! ¿Crees que tu padre, que está recién muerto, está loco?

-No...

-Seis números, Martín, que te dejarán ser libres por el resto de tu vida.

-¿Y qué hago con seis números?

-¿Eres tonto? ¿Qué crees que se puede hacer con seis números...?

La comunicación se cortó. Martín quedó escuchando un rato el tú-tú-tú, colgó y cayó nuevamente desmayado.

El asunto del teléfono le quedó dando vueltas. A quién no.

A las 10:38 a.m. tocó el timbre. Nadie respondía. Tocó de nuevo. La familia Gómez en Santiago, el hermano de su padre, lo había llamado a Punta Arenas para avisarle el deceso de su padre.

-Está muerto.

-¿Quién?

-Tu viejo. Le dio un ataque y estiró la pata.

La familia Gómez, compuesta por Antonio (padre), Elsa Poblete (madre), Ignacio (hijo mayor) y Pablito miraban con desconfianza a este pariente sureño que llegaba en plena mañana a la casa. Estaban sentados alrededor de la mesa tomando desayuno. Ignacio y Pablito estaban de vacaciones. El padre estaba cesante. La madre era una dedicada ama de casa. Ignacio era un año menor que Martín. Le preguntaron lo usual, “¿estudias?”, “¿y tu madre?”, bla, bla. Poco a poco Martín le fue cayendo bien a la familia Gómez. Lo invitaron a quedarse en la casa.

El funeral sería el miércoles. Martín aceptó la invitación. La pensión de doña Juana no era precisamente para vivir más de dos días.

-Asi que te vas, niño.

-Sí, el hermano de mi padre me invitó quedarme en su casa.

-Qué bueno es tener familia... malo para mí, que pierdo un cliente. ¿Seguro no quieres marihuana?

-Ahora que lo dice, mi primo quiere comprar.

-¡Aleluya! La marihuana hace bien, niño, te pone idiota y así no te portas mal.

-Como usted diga...

-¿Cinco?

-¿Cinco?

-¿Eres un loro, niño? Te pregunto si quieres cinco.

-Cinco...

El número resaltó tanto en la cabeza de Martín que lo anotó con el BIC de doña Juana en su mano.


martes

A las ocho ya estaba en pie nuestro héroe. Recorrió la casa. En el living estaban las típicas fotos familiares: la graduación del colegio de Ignacio, las primeras comuniones, vacaciones en tal y tal parte, una foto de su padre con su tío en algún rincón del vasto sur sosteniendo un gigantesco pescado.

A las diez Ignacio se topó con Martín sentado en el sillón leyendo un libro de Asimov.

-¿Por qué duermes tan poco, huevón?

-No sé, debe ser que en Punta Arenas me gusta aprovechar el día.

-Hagamos eso, entonces. ¿Te tinca dar una vuelta por esta asquerosa ciudad? Igual no la conoces.

-Por mí, bacán.

A las once se subieron a la camioneta doble cabina. A las 11:15 estaban volados como piojos.

-No fumas mucho, parece.

-Ejem... no, de hecho, ésta debe ser la tercera vez que lo hago.

-¡Dios mío, estoy corrompiendo a un primo desconocido!

Pasaron a buscar a Natalia Ríos, la eterna polola de Ignacio. Muy caballero, Martín le cedió el asiento del copiloto a la hermosa muchacha.

-Ya estás como piojo... Hola, soy Natalia, ¿tú?

-Yo soy Martín, primo del piojo... de Ignacio.

Debemos adelantar que la muchacha era para Martín un agradable descubrimiento. Le recordaba su amorío con una argentina que duró algo más de tres meses.

Lo pasearon por todas partes. Ignacio quería distraer a Martín antes del funeral. Natalia se portaba muy, pero muy atenta. Almorzaron en el mercado, subieron por Apoquindo, “éste es el cochino Mapocho, esta es la Estación Central, este es Bellavista...”

Al atardecer detuvieron el ajetreo del día y se fumaron (los tres) un buen porro en el mirador de la pirámide. Sonrisas y risas, Martín les caía muy bien.

-Yo estuve en Punta Arenas.

-¿Cuándo?

-A los nueve.

-A los nueve...

Que Natalia hubiese estado en Punta Arenas lo alegraba internamente como a un cabro chico. Martín se memorizó el número hasta que pudo anotarlo junto al cinco (5,9...).

En la noche la familia Gómez invitó a cenar a Natalia.

-Bueno, Natalia, ¿cuándo se casan?

-Pablito, no preguntes tonteras.

-Pero si yo los he escuchado en la cama...

-¡Pablito!

Después de cenar Martín tuvo una corta charla con su tío acerca del padre muerto. Martín quiso saber acerca de él, qué hacía, si se acordaba de su familia.

-¿Usted cree que los muertos desaparecen o quedan dando vueltas?

-Los muertos, Martín, siempre vuelven, ya sea para obligarnos a recordarlos o para que los olvidemos.

Martín esa noche soñó con el llamado telefónico de su padre.



miércoles: el funeral

A las 11 caminaba nuestro héroe detrás del carruaje en el Cementerio General. Había poca gente. Además de la familia Gómez y Natalia, unos cuántos amigos de trabajo.

Uno de ellos apartó a Martín para hablarle.

-Eras su único hijo, ¿verdad?

-Sí, señor.

-¿Sabes a qué se dedicaba tu viejo?

-Ni idea.

-Tu viejo traía homeopatía.

-Ah...

-Pero también otras cosas...

El cortejo fúnebre se detuvo y la charla quedó en el aire. El padre dijo un par de palabras y todos para la casa.

Los Gómez no sabían muy bien qué hacer para levantar el ánimo de este nuevo pariente.

Después de almuerzo el tío le preguntó a nuestro héroe si quería conocer la casa de su padre, pero Martín desistió, diciendo que “nada de valor puedo traer, porque nada conozco de mi padre que valga la pena”.

Ignacio y Pablito acompañaron al padre a sacar algunas cosas del departamento del padre de Martín. Natalia y la madre se quedaron acompañándolo.

Martín quiso ir a dar una vuelta. Natalia lo acompañó.

-¿Me crees si te digo que mi viejo me llamó por teléfono?

-Te creo, ¿por qué no?

-Podrías pensar que estoy loco.

-Eso lo tengo claro.

-¿Estás enamorada de Ignacio?

-¿Enamorada? Llevamos tres años.

-Eso no significa nada.

Los Gómez regresaron con un par de muebles y un revólver del año treinta cargado. A Pablito se le soltó un tiro jugando con el arma que reventó la tele. Esa noche Pablito se quedó sin postre.

El padre comenzó a tomar. Una fuerte discusión hubo entre la madre y el tío. Martín conversó con su tía, quien le dio íntimos detalles de su vida desde que el tío estaba cesante.

Ignacio y Natalia salieron solos esa noche. Supuso Martín que querían “privacidad”. Aprovechó la noche para hablar con Pablito.

-¿Tú crees que se quieren?

-No sé, mi hermano de repente anda con otras minas.

-¿En serio?

-Los niños no mentimos.

-Sí, claro.

a las 23 estaba nuestro héroe acostado. El número en el reloj despertador brilló por un instante. Anotó. (5,9,11...)



falta:


jueves
viernes
sábado
domingo

2002.