martes, 13 de marzo de 2007

El rostro de lo incierto.

Una mujer mayor, vestida con un delantal y guantes de goma amarillos, arregla el jardín de su casa. En tanto, su marido lee el diario en el comedor mientras fuma plácidamente tabaco en una pipa. La mujer silba y está entretenida en su labor. De pronto la pequeña pala con la que removía la tierra choca con algo. Curiosa, comienza a excavar con mayor ahínco. Su asombro es notorio al descubrir qué ocultaba la tierra.
Entra a la casa. Pregunta a gritos dónde está su marido. Él contesta apático. La mujer llega al comedor y sobre la mesa deja un sucio cráneo humano. El esposo no le presta atención y continúa la lectura.

- Atilio, dime qué es esto.

El esposo mira la calavera.


- Una cabeza, mi amor -y prosigue con la lectura.
- Sé qué es, Atilio. Pero de dónde salió -insiste ella.

Incómodo por no poder leer tranquilo, Atilio mira nuevamente la calavera.


-
No sé, Elsa. Tal vez la enterró el perro.
-
No tenemos perro, Atilio.

Atilio, resignado, deja el diario sobre la mesa. Suspira.


- Llevamos treinta años en esta casa, Elsa. Tal vez el primer dueño tuvo como última voluntad ser enterrado en el jardín de su casa.


- No es divertido. Creo que es mejor llamar a la policía. No puede ser que anden apareciendo cráneos mientras hago el jardín...


Elsa se dirige a la cocina. Atilio con inusitado vigor se levanta de su asiento, tirando la pipa sobre el diario.


-
¡Pero, mujer, qué haces! ¡Cómo se te ocurre que vas a llamar a la policía!

Ella ha levantado el auricular. Mira extrañada a su esposo.

- Pero qué dices, Atilio. ¿No crees que es grave una calavera entre las flores de tu propia casa?

Sin que lo noten, el tabaco encendido de la pipa comienza a quemar el diario que Atilio nunca tendrá la oportunidad de leer hasta llegar al crucigrama. El fuego los sorprenderá sin presentaciones previas. La calavera quedará enterrada, por tercera vez, bajo escombros y cenizas.
Y su secreto.


Ivann Perdus

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