
Quién haya visto el cuadro de Hopper (y no necesite de demasiada concentración para percatarse de aquellos detalles curiosos que toda obra pictórica tiene) habrá notado dos fugas en el cuadro que lo dejan a uno pensando: el inclinado poste del barbero y la extensa sombra que cruza al cuadro de lado a lado por la acera. Ambos elementos lo obligan a uno a ladear el entendimiento y buscar una respuesta que desenmascare la finalidad de la composición. ¿Qué es lo que proyecta tan alargada sombra? ¿De qué tamaño debe ser? ¿Por qué el poste retrocede ante la sombra? ¿Es un desequilibrio en el encuadre? ¿O es que realmente la sombra y el poste son protagonistas de un relato que se construye oculto entre los colores?
“...Era una temprana mañana de domingo. El señor M caminaba sin apuro, con las manos en los bolsillos, disfrutando del frío viento que se desplazaba travieso por las calles. Iba mirando sus zapatos, jugando a evitar las líneas en la acera. Estaba solo. El eco de los pasos rebotaban en las murallas del otro lado de la calle, una y otra vez, una y otra vez, y el señor M no pudo dejar de sentirse conmovido por la soledad que cargaba en sus hombros. Creía tener derecho a estar triste, aunque fuera esa especial mañana de domingo. Y ya una lágrima de impotencia brillaba en sus ojos cuando sin darse cuenta fue a dar de boca al piso. Su canica de la suerte, la que tenía desde los seis, rodó fuera de su bolsillo y comenzó a alejarse. El señor M se levantó rápidamente y fue tras ella. Una fría mañana de domingo no perdería su canica. Pero ésta no paraba su carrera. Es más, por alguna mágica razón su velocidad iba en aumento. Qué extraño, pensó el señor M, no puedo perderla. Apresuró la marcha. Parecía que jamás podría detener la canica hasta que se olvidó por completo de ella. Un suceso poco probable estaba ocurriendo. Algo asombroso. Los postes de luz estaban levemente inclinados. El señor M se detuvo. El equilibrio le indicaba que su cuerpo también se inclinaba, en la misma dirección que los postes de luz. Y de notar aquello pasó a descubrir la verdad absoluta. Era él quien inclinaba el piso. Era él, que sin saber cómo, había crecido unos cuatro metros. Su sombra era tan larga que llegaba hasta la próxima esquina, pasando frente a las barberías donde notó que el poste de los barberos estaba inclinado al igual que todo el resto de las cosas...”
No hay comentarios:
Publicar un comentario